El daño cerebral adquirido (abreviado con las siglas DCA) es la discapacidad resultante de una lesión en el cerebro causada, en la mayoría de los casos, por un ictus o un traumatismo craneoencefálico. Se caracteriza por tener una aparición súbita y por el conjunto variado de secuelas que presenta según el área del cerebro lesionada y la gravedad del daño. En Galicia se estima que hay más de 35.000 personas con daño cerebral adquirido, lo que representa más del 1% de la población total.
El daño cerebral adquirido es la discapacidad originada por una lesión en las estructuras cerebrales que aparece de forma súbita en personas que nacieron sin ningún tipo de daño en el cerebro.
Esta lesión puede estar causada por un ictus, una enfermedad (como un tumor cerebral, anoxia, dolencia metabólica...) o por un traumatismo craneoencefálico (debido a un accidente de tráfico o laboral, una caída...). Por tanto, no debe confundirse con la parálisis cerebral, el Alzhéimer u otro tipo de demencias.
El daño cerebral adquirido se manifiesta a través de un gran abanico de secuelas, que varían en función del tipo de lesión y de su intensidad, y que pueden afectar a las funciones físicas, sensoriales, cognitivas, emocionales y/o condutuales de las personas.
Atendendo a súa incidencia, é dicir, ao número de casos rexistrados, o ictus é a principal causa do dano cerebral adquirido, seguido dos traumatismos cranioencefálicos (abreviados como TCE) e e, en menor medida, de enfermidades como anoxias, tumores cerebrais, doenzas metabólicas ou infeccións.
En función de su incidencia, es decir, del número de casos registrados, el ictus es la principal causa del daño cerebral adquirido, seguido de los traumatismos craneoencefálicos (abreviados como TCE) y y, en menor medida, de enfermedades como anoxias, tumores cerebrales, dolencias metabólicas o infecciones.
Desde que se produce la lesión hasta que esta se estabiliza, las personas con daño cerebral adquirido pasan por diferentes etapas, que requieren atención y recursos diferentes y en las que intervienen distintos profesionales y sistemas de atención.
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Fase aguda: se corresponde con los primeros momentos después de la lesión, en los que existe riesgo vital. En esta fase los servicios sanitarios tienen como objetivo salvar la vida de la persona y minimizar las lesiones y sus secuelas. La persona se encuentra hospitalizada (en la UCI, en una unidad de ictus o en los servicios de neurología o neurocirurgía) y puede estar plenamente consciente o manifestar alteraciones de conciencia en grados diversos, que pueden llegar hasta el coma. Debido la que cada lesión cerebral es diferente, es difícil pronosticar la evolución y el alcance del daño.
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Fase subaguda: la persona ya está estabilizada, su vida no corre peligro y necesita comenzar a recibir rehabilitación. Los esfuerzos de atención se centran en actividades restauradoras, compensadoras o de modificación del entorno, orientadas a facilitar una recuperación funcional. Aunque esta fase debería desarrollarse en unidades de rehabilitación hospitalaria, hospitales de día o unidades de atención ambulatoria, la carencia de recursos públicos provoca que muchas personas reciban el alta sin acceder a los procesos de rehabilitación que necesitan.
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Fase crónica: se corresponde con la fase en que las secuelas están estabilizadas. La persona ya no precisa cuidados médicos y puede volver a su domicilio. Las familias afrontan un gran reto, ya que tienen que asumir la responsabilidad de los cuidados y adaptar el hogar a las nuevas necesidades, con obras que pueden llegar a ser muy costosas. Es el momento de acceder a un centro de día, vivienda de transición a la vida independiente o residencia.
Las secuelas asociadas al daño cerebral adquirido son heterogéneas y varían enormemente, entre otros factores, en función de la persona, del área del cerebro lesionada, de la intensidad y duración de la lesión o del tiempo que se tardó en atender en el centro hospitalario. Por este motivo, una misma persona puede presentar alteraciones, en diferentes proporciones e intensidades, en una o varias áreas.
Sin embargo, hay algunas secuelas que son más significativas o se presentan en mayor medida que otras. Se pueden agrupar según sean de tipo físico, sensorial, cognitivo, emocional y/o conductual:
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Las secuelas físicas o motoras afectan al aparato locomotor. Entre las más frecuentes destacan las dificultades de movilidad en diferentes partes del cuerpo, la hemiparesia (dificultad para mover una mitad del cuerpo), los trastornos de la marcha o de la coordinación, la pérdida de fuerza y del tono postural (hipotonía, espasticidad, etc.), la disfaxia, temblores, los problemas de control de esfínteres, etc.
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Las secuelas sensoriales afectan a uno o más sentidos. Destacan la pérdida total o parcial de la visión y/o audición, la visión doble y/o la disminución o ausencia de la sensibilidad en una o varias partes del cuerpo.
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Las secuelas cognitivas afectan a la capacidade de aprender, reflexionar y tomar decisiones basadas en un razonamiento. Algunos ejemplos de este tipo de secuelas son la desorientación, los problemas de atención, la alteración en el nivel de alerta o conciencia, las dificultades en el lenguaje y/o comunicación (como las afasias), los trastornos en la percepción o las alteraciones en las función ejecutivas (planificación, metacognición, etc.), entre otras.
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Las secuelas emocionales incluyen desde estados depresivos o de ansiedad até labilidad emocional (dificultad en el control y manejo de las emociones).
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Las secuelas condutuales se refieren a la aparición de conductas no adecuadas o inapropiadas en determinados contextos sociales, como puede ser la impulsividad, episodios de agresividad, etc.
Las secuelas que afectan a los niveles cognitivo, neuropsicológico y relacional, conocidas como 'secuelas invisibles', suelen no ser comprendidas socialmente. A pesar de que pueden comprometer la calidad de vida y la independencia de las personas, al no ser visibles o fácilmente reconocibles a primera vista, resulta más complejo sensibilizar a la población sobre su existencia y las barreras que generan.
Podemos dicir que o dano cerebral adquirido é unha discapacidade recente, principalmente por dous motivos. Por un lado, o envellecemento poboacional e os cambios nos hábitos de vida incrementaron a incidencia do ictus. Por outro lado, os progresos científicos e as melloras nos recursos de atención médica de urxencias permitiron aumentar o número de persoas que sobreviven, aínda que con secuelas, a un ictus e outro tipo de lesión cerebrais.
Se atendemos a incidencia, é dicir, ao número de casos novos que se producen nun ano nunha poboación determinada, o dano cerebral adquirido é a principal causa de discapacidade entre a poboación adulta de Galicia e España.
En canto á prevalencia, isto é, á proporción de individuos dunha poboación que presentan unha característica determinada nun período concreto, en Galicia son máis son máis de 35.000 persoas as que presentan dano cerebral adquirido, o que representa case un 1% da poboación total da nosa autonomía. Segundo estas cifras, extraídas da Enquisa de Discapacidade, Autonomía Persoal e Situacións de Dependencia (EDAD) de 2022, elaborada e publicada polo INE, Galicia, Asturias e Murcia son as comunidades autónomas que presentan as taxas de prevalencia máis altas por cada 100.000 habitantes.
Podemos decir que el daño cerebral adquirido es una discapacidad reciente, principalmente por dos motivos. Por un lado, el envejecimiento poblacional y los cambios en los hábitos de vida incrementaron el incidente del ictus. Por otro lado, los progresos científicos y las mejoras en los recursos de atención médica de urgencias permitieron aumentar el número de personas que sobreviven, aunque con secuelas, la un ictus y otro tipo de lesión cerebrales.
Si atendemos a la incidencia, es decir, al número de casos nuevos que se producen en un año en una población determinada, el daño cerebral adquirido es la principal causa de discapacidad entre la población adulta de Galicia y España.